Encaré para el teleférico, tenía que hacer la combinación de las líneas verde y celeste pero al llegar me dijeron que el recorrido no iba a llegar hasta la estación de la conexión. Volví sobre mis pasos y me subí al minibús con cartel de Arce y el mapa en el celular para no pasarme.

Entro al edificio Zabaleta después de las indicaciones de varies que me fuí cruzando por el camino y espero en un banco tipo de plaza a la compañera que me habían pasado el contacto. La noche empezaba a caer y el frío también.

Desde hace algunos años participo en las asambleas feministas de Buenos Aires, dónde cada vez más mujeres, lesbianas, travas, trans participamos en esas rondas donde el micrófono pasa de una a una para ir construyendo a lo largo de los encuentros lo que será el paro y la movilización por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. 

Allá me encuentro con compañeras de siempre, con amigas, con pibas que recién se están poniendo los anteojos violetas y otras históricas a quienes admiramos por tantos años de lucha y construcción, pero este año fue diferente y, es que hace 20 días me vine a vivir a Bolivia. 

El año pasado, en una visita fugaz, conocí a unas mujeres que trabajan en tecnología con una perspectiva feminista, así que apenas llegada, una de las primeras cosas que hice fue comunicarme con una de ellas para ver qué movidas se estaban armando para el #8M. Al rato me llegó un flyer que decía: “Emergencia feminista. Rumbo al 8M”, el lugar de encuentro y la hora. Busqué en el mapa dónde quedaba, consulté cómo llegar y ese martes 18 de febrero me fuí para la Facultad de Cs. Sociales (¡todos los caminos me llevan ahí!) de la Universidad de San Andres -UMSA-, donde era la cita. 

Miro el celular y un mensaje que decía “Voy con chamarra negra, pantalón guindo y mochila con pañuelo verde”, era con quién había quedado para no caer sola. Yo no la conocía, solo sabía su nombre y que era de Ni Una Menos Bolivia. Nos encontramos y fue quien me guió hasta el séptimo piso del Zabaleta donde ya estaban mujeres constructoras, militantes independientes, de colectivos de artistas, de Pan y rosas, cuentapropistas, de feminismo comunitario antipatriarcal, la Articulación de Mujeres y Feministas Pluridiversas de La Paz y El Alto y muchas más mujeres de ambas ciudades que eran quienes convocaban a la marcha.

En esa reunión fue casi todo observación y escucha, son realidades muy diferentes, especialmente desde octubre de 2019, cuando se llevó adelante un golpe de Estado y masacres en Senkata y Sacaba, pero hacia el final se empezó a hablar de comunicación, los flyers, etc, y me acerqué a una de las compañeras que estaba tomando nota para incluir todo lo que iban diciendo, y le comenté que me gustaría sumarme a la comisión de comunicación. Anotó mi número y me agregó al grupo de Whatsapp. 

De a poco me fuí animando más, compartí piezas que armé al grupo, intercambiamos propuestas y me fuí sintiendo cada vez más parte de este nuevo colectivo feminista. 

A la última asamblea se llegó con la info del recorrido completo de la marcha: se iba a bajar de La Ceja, El Alto para confluir todas en la Plaza del estudiante en el centro de la Ciudad de La Paz. También se definió la compra de telas y pintura para hacer las banderas (que las haríamos un sábado al mediodía a pleno rayo de sol en las escalinatas de la UMSA) y cuestiones de seguridad y autocuidado. Ya estaba todo listo para el lunes 9 de marzo.

Para ese momento yo ya tenía claro que no importaba dónde estuviera, el feminismo me iba abrazar. 

Llegó el día

Me levanté 8.45hs, un poco por ansiedad y otro poco porque quería salir con tiempo por cualquier cosa que pudiera pasarme en el camino. A las 11hs me encontraba con una de las compas en la San Francisco para llegar a la concentración que era a las 12 del mediodía en el Multifuncional de La Ceja en El Alto. Este punto de encuentro no fue casual, iba a ser la primera marcha después de la represión de los ataúdes que bajaban tras la masacre en Senkata. De a poco todo se fue tornando violeta, verde y naranja, empezaron a llegar con sus banderas, carteles y capuchas hechas a mano. 

Con ritmo de batucada feminista, algunas pintaban sus caras, otras hablaban entre sí, se abrazaban, otras nos íbamos conociendo hasta que se hicieron las 13hs y desde un megáfono se empezó a escuchar que se acercaran a la cabecera las familiares de víctimas de feminicidios y ahí todas empezamos a acercarnos para formar una gran columna que bajaría por las calles de El Alto cantando, bailando y gritando por las que ya no tienen voz. 

Cuando ya estábamos dispuestas a encarar la marcha, una de las compañeras de la Asamblea se acerca con la bandera naranja que decía “Iglesia y Estado, ardan por separado” y nos pidió que la llevaramos a mí y unas chicas con las que había estado hablando en la previa. 

Ahora sí, estaba todo listo, nosotras íbamos detrás de un grupo de batucada que no paró un segundo e iba marcando el ritmo a nuestros pasos, que sin duda iban cansándose a cada kilómetro pero que no se detenían porque tenían la fuerza del feminismo que no para y no va a parar hasta tirar abajo el patriarcado. 

La primera parada fue en el cementerio, se nombraron a todas las víctimas de feminicidio y se gritó justicia. En los metros previos no faltó el “a nuestras muertas, ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha” que me llenó de emoción y ganas de seguir sin importar nada más. 

Seguimos a paso firme pero alegre, cantando, saltando y bailando, ya nos estábamos acercando al destino dispuesto. Llegando a la San Francisco, cientos de mujeres  estaban ahí esperando y agitando para darnos energías para seguir y se acoplaron a las miles que ya éramos y que mirando hacia atrás no se lograba distinguir dónde terminaba. 

Después de 8 kilómetros y tres horas y algo más de marcha, llegamos a la Plaza del Estudiante, ahí estaban las compañeras con el sonido, el frente de artistas feministas con sus zancos y alegría y muchos carteles de denuncia a las violencias machistas, al golpe de Estado y de pedido de derechos como el aborto legal, igual trabajo, igual salario y tantos más. 

Con la plaza repleta, llegó el momento del acto en el que hablaron representantes de Familiares de víctimas de feminicidios, Mujeres de la Asociación de Víctimas de la Masacre de Senkata El Alto – Zona Sur, Sindicato de Obreras Multidisciplinarias, Asociación de Mujeres Constructoras, Agrupación de Mujeres Pan y Rosas, colectiva Salvaginas, La Casa de la Chola, Mujeres de colectivos antiespecistas, Democracia Obrera, llegó el saludo de mujeres del Centro Minero de Huanuni y de la palabra de Alicia, víctima de violación y hostigamiento por parte de un cura y toda la Iglesia Católica.

Al terminar, siguieron los abrazos, encuentros, lágrimas de emoción de ver todo lo caminado y no sólo en esta marcha sino el recorrido en la construcción colectiva hacia un feminismo antifascista, anticolonial y antirascista. 

Se empezó a desconcentrar y yo encaré la vuelta, me tomé el minibus con la bandera doblada bajo el brazo, llegué a casa, comí algo y entrando la noche comencé a ver todas las fotos de la marcha que hacían que me olvidara del dolor de mis piernas y cansancio. Más tarde, empecé a ver las fotos de la movilización de Buenos Aires, ahí estaban mis compañeras de trabajo, mis amigas, miles y miles de mujeres y diversidades que llegaron hasta el Congreso de la Nación Argentina con un mensaje muy claro, este año, vamos a tener aborto legal, seguro y gratuito. 

Puede ser que me haya mudado a otro país pero estoy segura que no hay fronteras que nos detengan, ¡el feminismo va a triunfar!

¡Alerta! ¡Alerta! Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina!